lunes, 25 de octubre de 2010

El Diario de Kamijo

Un vampiro solitario y frío... algunos lo han llamado monstruos, demonio, de tantas y tantas maneras hirientes.,.. quien lo han llamado asi?... los humanos...
Entonces como explicar que este enamorado de un humano pequeño y hermoso... un niño de cabellos castaños, ojos color miel, una tez blanca de un tono hermoso, por que de un humano? acaso un vampiro puede enamorarse???...

ALGUNOS DATOS SOBRE LA HISTORIA:
por que kamijo escribe a ratos? el dia es un peligro, cada dia para el es mas y mas dificil olvidar que no puede mezclarse con los humanos.
por que kamijo no escribe fechas? por que para el, solo son dias y dias como cada dia desde que comenzó a serun vampiro, cuando las cosas se complican en francia Antone le pide a kamijo que se salve ya que lo ve demasiado triste y lo manda a su tierra natal, Japón... cuando esta apunto de irse el comienza a escribir el supuesto diario que le ah regalado su inseparable amigo Antone, no existen fechas ya que, para el, el numero o mes que viva da igual, un dia, un mes, un año... no es mas que un tiempo que se pasa volando sin importancia sin un sentido o razón de ser... quien esta a punto de darle sentido a su vida no es mas que un pequeño de 15 años...



DIA 25 (martes)

Ah venido!, cuando toco sabia muy bien que era el, el solo verlo me hizo sonreir de nuevo, le eh dejado pasar y se sento en el sillon, se que aun es un pequeño pero... algo hay en el...

Desde aquel dia me ah quedado la duda de que quiso decirme asi que le eh preguntado sobre eso... me ah comentado el como la cancion que interprete aquel dia, aquella cancion sin sentido, me ah dicho una palabra que tenia mucho que no escuchaba, que le hizo... vibrar...me ah dicho todos los sentimientos que tuve en ese momento al tocarla, crei que jamas volveria a haber una persona que los sintiese a la par conmigo...

No se realmente el por que.. pero, no podia dejar de mirarlo, me tenia... hipnotizado..

Poco despues le invite un helado... cosa que me hizo muy feliz por primera vez desde hace años...si, es increible, lo se, pero... kamijo.. kamijo estaba feliz despues de tantos años de no sonreir...

Me ah contado varias cosas acerca de su vida, tiene una banda, que sinceramente, me encantaria escuchar...
poco despues me ah preguntado algo que no me esperaba y que no se por que fue mi respuesta de ese modo... que si yo tenia... novia...

T...

Si, T llego a mi mente apesar de que yo no estuviera a su lado... como me ah dolido su mirada pero poco despues escuche de nuevo que me llamaban debi dejarlo solo nuevamente... como me arrepiento de no haberselo explicado pero... no puedo...no debe saber quien o que soy.

Mañana llamare a Antone me hace mucha falta platicar con el y quiero contarle todo esto... espero demasiado ansioso el saber que piensa...

sábado, 23 de octubre de 2010

El Diario de Kamijo


DIA 1 (sábado)

De nuevo despertar este día… y darme cuenta de que sigo solo... como cada día desde hace ya varios siglos debo levantarme y  hacer lo posible por sobrevivir aunque no encuentro lo bueno en eso...

Que difícil ah sido mantenerme en pie después de lo sucedido.....
Las cosas aun no pintan bien debo regresar a Japón hemos tenido problemas de nuevo en la casa… nos han vuelto a encontrar, Antone dice que sería mejor que yo regresara a Japón y volviera cuando realmente sea feliz y esté dispuesto a luchar por algo más que los vampiros por los que me rodeo día a día... ja como si algún día yo me llegase a enamorar de algo más que un vampiro que sobrevive a mi lado... el me acompañara de regreso a Japón donde se encuentra la mansión principal de los yuuji.. Que terrible es saber que solo eh quedado yo de la familia noble que algún día fuimos...Lucia, ah decidido mi regreso y ah comprado 2 boletos, quiere que regrese con T así no estaré tan solo...

Mañana comienza el viaje de regreso en un avión nuevamente escondidos entre la gente para que no sepan que van dos vampiros y nos arriesguemos a que intenten matarme de nuevo... lástima, en parís soy demasiado conocido ya y debo desaparecer algunos años...

Mi ahora pareja T... eh visto como se desvive por mi pero yo no sé si soy feliz...

Últimamente eh tocado demasiado el piano... es el único que verdaderamente comprende cómo me siento así que será necesario llevármelo a aquella mansión solitaria y fría...

DIA 2 (domingo)

Estamos en el avión de vuelta a Japón, T aun duerme, y faltan varias horas para regresar... aun no sé por qué eh comenzado a escribir este cuaderno... supongo que quería sacar un poco del gran peso que ahora llevo dentro de mi...quien me ah dicho que lo escriba ah sido mi inseparable amigo Antone...

Que me esperara el regreso a Japón.... sé que han terminado las guerras y es un mundo nuevo para mi... la gente me ah mirado raro al subir al avión tal vez sea por los ropajes pero yo no sé vestirme de otra forma, tal vez mi cabello, por lo que veo, nadie se viste como nosotros dos, creo que tenía mucho tiempo que no veía a los humanos de tan cerca...

Son tan hermosos pero al contrario de T a mi no me gusta lastimarlos aunque necesite comer... me gusta admirarlos... saber que piensan, que sienten, yo ya no siento nada... mi corazón no me lo permite y supongo que yo me niego el hecho de intentarlo, para que amar? para que enamorarme? quien alguna vez amaría a un vampiro más que otro vampiro, que es quien entiende realmente lo que vivo día a día, por eso, agradezco a T el acompañarme no sé si realmente soy feliz repito... supongo que si... ya que el sonríe al verme, creo... creo que eso es un sentimiento humano... tiene tanto tiempo que no sonrío... no encuentro ningún motivo para hacerlo.

Quedan cerca de dos horas para llegar y estoy cansado... creo que dormiré aunque sea una hora, debo descansar mi cuerpo duele demasiado...

[Kamijo se ah quedado dormido y T como él le llama esta a un lado descansando también, los dos llevan ropajes elegantes a lo que hace alusión kamijo en las miradas extrañas, T lleva cubierta la cabeza por un gorro y una bufanda, Kamijo simplemente duerme intentando recuperarse.

Una tez blanca parecida más bien a las nubes ,unos ojos grisáceos y profundos así como fríos… quién es? por que escribe este diario? tal vez no hay una razón para que una persona se sienta sola ya que siempre está rodeada de personas... pero... y si esa persona no es propiamente... algo... natural sino… un VAMPIRO

El regreso de ellos a Japón como será, que vivirá un vampiro cualquiera del siglo XVIII en una ciudad tan nueva y diferente a lo que él un día vio hace ya varios siglos, hace  tanto tiempo que Kamijo busca  una respuesta... encontrarla en Japón?? 

Tal vez.........] 


DIA 3 (lunes)
Hemos llegado a Japón nos hemos quedado en un departamento rentado que es blanco y muy grande, eh colocado el piano en el estudio, T no se quedara conmigo ya que se lo eh pedido, el me ah entendido y aceptado... en verdad se lo agradezco no me siento con muchos ánimos ni deseos de estar con él, me la eh pasado tocando el piano todo el día pero... simplemente no puedo tocar una melodía precisa, estoy tan frustrado pero en fin... como vivo... o más bien sobrevivo.... T me ah estado trayendo varias botellas de vino llenas con sangre para que pueda comer pero no tengo ningún deseo de beber esa sangre y mucho menos saber de dónde la ah sacado, las cosas son difíciles, dice T que debo salir un poco ya sea a caminar o algo por el estilo ya que me eh obsesionado un poco con el trabajo.


DIA 24 (lunes)

Deje de escribir unos días ya que estuve en el hospital y como era de esperarse me dio un ataque de agotamiento causado por la falta de sueño y mi obsesión con la falta de tiempo para todo o al menos así lo han dicho los médicos, T dice que me eh obsesionado con el trabajo y que eh estado fumando demasiado, pero, no encuentro otra forma de distraerme.

T ah estado tratando de controlar todos mis actos pero no me agrada la idea de que lo haga asi que le eh pedido que terminemos... aunque debo agregar que no se que pueda pasar por que si me hace un poco "feliz" si así se le puede llamar a que el que esté a mi lado no permite que me sienta tan solo... sin embargo ah estado dañando a muchos humanos, no me gusta que lo haga...


De lo que quiero escribir hoy no es de eso... si no de algo que ah pasado más tarde este día ya que se me ah quedado grabada esa personita con la que me eh topado


Hoy caminé un buen rato por unos jardines hermosos llenos de rosas así que eh pedido que traigan al departamento donde vivo ahora, además eh pasado por una escuela de donde salían muchos jóvenes por lo visto aun chicos de unos 15 años más o menos, me intrigue un poco al mirarles, eran tan alegres, estaban jugando y algunos reían pero... eso no fue lo extraño... si no lo que paso después...  
 


Después de verlos entrar seguí caminando por el mismo bello parque para luego encontrar una tienda llena de aparatos electrónicos  donde tuve un encuentro muy bello...



Por qué entre a esa tienda? por el simple hecho de que había un hermoso piano blanco de cola y sentí unas ganas inmensas de tocar sin darme cuenta de que lo que seguía iba a cambiarme la vida…



Comencé a tocar una melodía sin sentido simplemente salía de mi, la gente se empezó a acercar y me sentí un poco atemorizado al pensar que podrían darse cuenta de mi condición así que me levante y al caminar fuera del lugar justo en la entrada me tomaron del saco cosa que al principio me asustó pero volteé y frente a mi tenía un pequeño joven al parecer de unos 15 años y venia de la preparatoria que había visto llevaba una mochila en la espalda su uniforme gris y una corbata muy colorida su cabello era castaño y estaba peinado con muchos pasadores debo admitir que se veía muy bien, no sé por qué pero sonreí al mirarlo era un ángel... así que.. le pregunte su nombre a lo que él respondió tímidamente Jun. Me pregunto también mi nombre y aunque aún no se el por qué pero se lo dije... escuche después como me gritaba a lo lejos T así que debía alejarme para no exponerlo así que anote rápidamente mi nombre y mi dirección en un papelito que metí a su bolsillo rápidamente debía volver a verlo... necesitaba volver a ver a ese ángel se que quería decirme algo, me eh quedado pensando en eso, no sé si se atreva a venir pero de cualquier forma lo esperare con ansias de volver a verlo algo a causado en mi sin duda.

sábado, 9 de octubre de 2010

EL VAMPIRO 7º PARTE (FINAL)


¿Quien podía resistirse a aquel poder? Lord Ruthven hablaba de los peligros que le habían rodeado siempre, del escaso cariño que había hallado en el mundo, excepto por parte de la joven con la que conversaba. ¡Ah, desde que la conocía, su existencia había empezado a parecer digna de algún valor, aunque sólo fuese por la atención que ella le prestaba! En fin, supo utilizar con tanto arte sus astutas mañas, o tal fue la voluntad del Destino, que Lord Ruthven conquistó el amor de la hermana de Aubrey.
Gracias al título de una rama de su familia, obtuvo una embajada importante, que le sirvió de excusa para apresurar la boda (pese al trastorno mental del hermano), de modo que la misma tendría lugar al día siguiente, antes de su partida para el continente.
Aubrey, una vez lejos del médico y el tutor, trató de sobornar a los criados, pero en vano. Pidió pluma y papel, que le entregaron, y escribió una carta a su hermana, conjurándola —si en algo apreciaba su felicidad, su honor y el de quienes yacían en sus tumbas, que antaño la habían tenido en brazos como su esperanza y la esperanza del buen nombre familiar— a posponer sólo por unas horas aquel matrimonio, sobre el que vertía sus más terribles maldiciones.
Los criados prometieron entregar la misiva, mas como se la dieron al médico, éste prefirió no alterar a la señorita Aubrey con lo que, consideraba, era solamente la manía de un demente.
Transcurrió la noche sin descanso para ninguno de los ocupantes de la casa. Y Aubrey percibió con horror los rumores de los preparativos para el casamiento.
Vino la mañana, y a sus oídos llegó el ruido de los carruajes al ponerse en marcha. Aubrey se puso frenético. La curiosidad de los sirvientes superó, al fin, a su vigilancia. Y gradualmente se alejaron para ver partir a la novia, dejando a Aubrey al cuidado de una indefensa anciana.
Aubrey se aprovechó de aquella oportunidad. Saltó fuera de la habitación y no tardó en presentarse en el salón donde todo el mundo se hallaba reunido, dispuesto para la marcha. Lord Ruthven fue el primero en divisarle, e inmediatamente se le acercó, asiéndolo del brazo con inusitada fuerza para sacarle de la estancia, trémulo de rabia.
Una vez en la escalinata, le susurró al oído:
—Acuérdate del juramento y sabe que si hoy no es mi esposa, tu hermana quedará deshonrada. ¡Las mujeres son tan frágiles...!
Así deciendo, le empujó hacia los criados, quienes, alertados ya por la anciana, le estaban buscando. Aubrey no pudo soportarlo más: al no hallar salida a su furor, se le rompió un vaso sanguíneo y tuvo que ser trasladado rápidamente a su cama.
Tal suceso no le fue mencionado a la hermana, que no estaba presente cuando aconteció , pues el médico temía causarle cualquier agitación.
La boda se celebró con toda solemnidad, y el novio y la novia abandonaron Londres.
La debilidad de Aubrey fue en aumento, y la hemorragia de sangre produjo los síntomas de la muerte próxima. Deseaba que llamaran a los tutores de su hermana, y cuando éstos estuvieron presentes y sonaron las doce campanadas de la medianoche, instantes en que se cumplía el plazo impuesto a su silencio, relató apresuradamente cuanto había vivido y sufrido... y falleció inmediatamente después.
Los tutores se apresuraron a proteger a la hermana de Aubrey, mas cuando llegaron ya era tarde. Lord Ruthven había desaparecido, y la joven había saciado la sed de sangre de un vampiro.

EL VAMPIRO 6TA PARTE


Aubrey apenas tuvo valor para volverse, temiendo ver a un espectro que le podría destruir; y distinguió no lejos a la misma figura que había atraído su atención cuando, a su vez, él había entrado por primera vez en sociedad.
Contempló a aquella figura fijamente, hasta que sus piernas casi se negaron a sostener el peso de su cuerpo. Luego, asiendo a un amigo del brazo, subió a su carruaje y le ordenó al cochero que le llevase a su casa de campo.
Una vez allí, empezó a pasearse agitadamente, con la cabeza entre las manos, como temiendo que sus pensamientos le estallaran en el cerebro.
Lord Ruthven había vuelto a presentarse ante él... Y todos los detalles se encadenaron súbitamente ante sus ojos; la daga..., la vaina..., la víctima..., su juramento.
¡No era posible, se dijo muy excitado, no era posible que un muerto resucitara!
Era imposible que fuese un ser real. Por eso, decidió frecuentar de nuevo la sociedad. Necesitaba aclarar sus dudas. Pero cuando, noche tras noche, recorrió diversos salones, siempre con el nombre de Lord Ruthven en sus labios, nada consiguió.
Una semana más tarde, acudió con su hermana a una fiesta en la mansión de unas nuevas amistades. Dejándola bajo la protección de la anfitriona, Aubrey retiróse a un rincón y allí dio rienda suelta a sus pensamientos.
Cuando al fin vio que los invitados empezaban a marcharse, penetró en el salón y halló a su hermana rodeada de varios caballeros, al parecer conversando animadamente. El joven intentó abrirse paso para acudir junto a su hermana, cuando uno de los presentes, al volverse, le ofreció aquellas facciones que tanto aborrecía.
Aubrey dio un tremendo salto, tomó a su hermana del brazo y apresuradamente la arrastró hacia la calle. En la puerta encontró impedido el paso por la multitud de criados que aguardaban a sus respectivos amos. Mientras trataba de superar aquella barrera humana, volvió a su oído la conocida y fatídica voz:
—¡Acuérdate del juramento!
No se atrevió a girar y, siempre arrastrando a su hermana, no tardó en llegar a casa.
Aubrey empezó a dar señales de desequilibrio mental. Si antes su cerebro había estado sólo ocupado con un tema, ahora se hallaba totalmente absorto en él, teniendo ya la certidumbre de que el monstruo continuaba viviendo.
No paraba ya mientes en su hermana, y fue inútil que ésta tratara de arrancarle la verdad de tan extraña conducta. Aubrey limitábase a proferir palabras casi incoherentes, que aún aterraban más a la muchacha.
Cuando Aubrey más meditaba en ello, más transtornado estaba. Su juramento le abrumaba. ¿Debía permitir, pues, que aquel monstruo rondase por el mundo, en medio de tantos seres queridos, sin delatar sus intenciones? Su misma hermana había hablado con él. Pero, aunque quebrantase su juramento y revelase las verdaderas intenciones de Lord Ruthven, ¿quién le iba a creer? Pensó en servirse de su propia mano para desembarazar al mundo de tan cruel enemigo. Recordó, sin embargo, que la muerte no afectaba al monstruo. Durante días permaneció en tal estado, encerrado en su habitación, sin ver a nadie, comiendo sólo cuando su hermana le apremiaba a ello, con lágrimas en los ojos.
Al fin, no pudiendo soportar por más tiempo el silencio y la soledad salió de la casa para rondar de calle en calle, ansioso de descubrir la imagen de quien tanto le acosaba. Su aspecto distaba mucho de ser atildado, exponiendo sus ropas tanto al feroz sol de mediodía como a la humedad de la noche. Al fin, nadie pudo ya reconocer en él al antiguo Aubrey. Y si al principio regresaba todas las noches a su casa, pronto empezó a descansar allí donde la fatiga le vencía.
Su hermana, angustiada por su salud, empleó a algunas personas para que le siguiesen, pero el joven supo distanciarlas, puesto que huía de un perseguidor más veloz que aquellas: su propio pensamiento.
Su conducta, no obstante, cambió de pronto. Sobresaltado ante la idea de que estaba abandonando a sus amigos, con un feroz enemigo entre ellos de cuya presencia no tenían el menor conocimiento, decidió entrar de nuevo en sociedad y vigilarle estrechamente, ansiando advertir, a pesar de su juramento, a todos aquellos a quienes Lord Ruthven demostrase cierta amistad.
Mas al entrar en un salón, su aspecto miserable, su barba de varios días, resultaron tan sorprendentes, sus estremecimientos interiores tan visibles, que su hermana vióse al fin obligada a suplicarle que se abstuviese en bien de ambos a una sociedad que le afectaba de manera tan extraña.
Cuando esta súplica resultó vana, los tutores creyeron su deber interponerse y, temiendo que el joven tuviera transtornado el cerebro, pensaron que había llegado el momento de recobrar ante él la autoridad delegada por sus difuntos padres.
Deseoso de precaverle de las heridas mentales y de los sufrimientos físicos que padecía a diario en sus vagabundeos, e impedir que se expusiera a los ojos de sus amistades con las inequívocas señales de su trastorno, acudieron a un médico para que residiera en la mansión y cuidase de Aubrey.
Este apenas pareció darse cuenta de ello: tan completamente absorta estaba su mente en el otro asunto. Su incoherencia acabó por ser tan grande, que se vio confinado en su dormitorio. Allí pasaba los días tendido en la cama, incapaz de levantarse.
Su rostro se tornó demacrado y sus pupilas adquirieron un brillo vidrioso; sólo mostraba cierto reconocimiento y afecto cuando entraba su hermana a visitarle. A veces se sobresaltaba, y tomándole las manos, con unas miradas que afligían intensamente a la joven, deseaba que el monstruo no la hubiese tocado ni rozado siquiera.
—¡Oh, hermana querida, no le toques! ¡Si de veras me quieres, no te acerques a él!
Sin embargo, cuando ella le preguntaba a quién se refería, Aubrey se limitaba a murmurar:
—¡Es verdad, es verdad!
Y de nuevo se hundía en su abatimiento anterior, del que su hermana no lograba ya arrancarle.
Esto duró muchos meses. Pero, gradualmente, en el transcurso de aquel año, sus incoherencias fueron menos frecuentes, y su cerebro se aclaró bastante, al tiempo que sus tutores observaban que varias veces diarias contaba con los dedos cierto número, y luego sonreía.
Al llegar el último día del año, uno de los tutores entró en el dormitorio y empezó a conversar con el médico respecto a la melancolía del muchacho, precisamente cuando al día siguiente debía casarse su hermana.
Instantáneamente, Aubrey mostróse alerta, y preguntó angustiosamente con quién iba a contraer matrimonio. Encantados de aquella demostración de cordura, de la que le creían privado, mencionaron el nombre del Conde de Marsden.
Creyendo que se trataba del joven conde al que él había conocido en sociedad, Aubrey pareció complacido, y aún asombró más a sus oyentes al expresar su intención de asistir a la boda, y su deseo de ver cuanto antes a su hermana.
Aunque ellos se negaron a este anhelo, su hermana no tardó en hallarse a su lado. Aubrey, al parecer, no fue capaz de verse afectado por el influjo de la encantadora sonrisa de la muchacha, puesto que la abrazó, la besó en las mejillas, bañadas en lágrimas por la propia joven al pensar que su hermano volvía a estar en el mundo de los cuerdos.
Aubrey empezó a expresar su cálido afecto y a felicitarla por casarse con una persona tan distinguida, cuando de repente se fijó en un medallón que ella lucía sobre el pecho. Al abrirlo, cuál no sería su inmenso estupor al descubrir las facciones del monstruo que tanto y tan funestamente había influido en su existencia.
En un paroxismo de furor, tomó el medallón y, arrojándolo al suelo, lo pisoteó. Cuando ella le preguntó por qué había destruído el retrato de su futuro esposo, Aubrey la miró como sin comprender. Después, asiéndola de las manos, y mirándola con una frenética expresión de espanto, quiso obligarla a jurar que jamás se casaría con semejante monstruo, ya que él...
No pudo continuar. Era como si su propia voz le recordase el juramento prestado, y al girarse en redondo, pensando que Lord Ruthven se hallaba detrás suyo, no vio a nadie.
Mientras tanto, los tutores y el médico, que todo lo habían oído, pensando que la locura había vuelto a apoderarse de aquel pobre cerebro, entraron y le obligaron a separarse de su hermana.
Aubrey cayó de rodillas ante ellos, suplicándoles que demorasen la boda un solo día. Mas ellos, atribuyendo tal petición a la locura que se imaginaban devoraba su mente, intentaron calmarle y le dejaron solo.
Lord Ruthven visitó la mansión a la mañana siguiente de la fiesta, y le fue negada la entrada como a todo el mundo. Cuando se enteró de la enfermedad de Aubrey, comprendió que era él la causa inmediata de la misma. Cuando se enteró de que el joven estaba loco, apenas si consiguió ocultar su júbilo ante aquellos que le ofrecieron esta información.
Corrió a casa de su antiguo compañero de viaje, y con sus constantes cuidados y fingimiento del gran interés que sentía por su hermano y por su triste destino, gradualmente fue conquistando el corazón de la señorita Aubrey.

jueves, 7 de octubre de 2010

EL VAMPIRO 5TA PARTE


En consecuencia, sin hacer caso de tales advertencias, en cierta ocasión viajaban con muy poca escolta, cuyos componentes más debían servirles de guía que de protección. Al penetrar en un estrecho desfiladero, en el fondo del cual se hallaba el lecho de un torrente, lleno de grandes masas rocosas desprendidas de los altos acantilados que lo flanqueaban, tuvieron motivos para arrepentirse de su negligencia. Apenas se habían adentrado por paso tan angosto cuando se vieron sorprendidos por el silbido de las balas que pasaban muy cerca de sus cabezas, y las detonaciones de varias armas.
Al instante siguiente, la escolta les había abandonado, y resguardándose detrás de las rocas, empezaron todos a disparar contra sus atacantes.
Lord Ruthven y Aubrey, imitando su ejemplo, se retiraron momentáneamente al amparo de un recodo del desfiladero. Avergonzados por asustarse tanto ante un vulgar enemigo, que con gritos insultantes les conminaban a seguir avanzando, y estando expuestos al mismo tiempo a una matanza segura si alguno de los ladrones se situaba más arriba de su posición y les atacaba por la espalda, determinaron precipitarse al frente, en busca del enemigo...
Apenas abandonaron el refugio rocoso, Lord Ruthven recibió en el hombro el impacto de una bala que le envió rodando al suelo. Aubrey corrió en su ayuda, sin hacer caso del peligro a que se exponía, mas no tardó en verse rodeado por los malhechores, al tiempo que los componentes de la escolta, al ver herido a Lord Ruthven, levantaron inmediatamente las manos en señal de rendición.
Mediante la promesa de grandes recompensas, Aubrey logró convencer a sus atacantes para que trasladasen a su herido amigo a una cabaña situada no lejos de allí. Tras hacer concertado el rescate a pagar, los ladrones no le molestaron, contentándose con vigilar la entrada de la cabaña hasta el regreso de uno de ellos, que debía percibir la suma prometida gracias a una orden firmada por el joven.
Las energías de Lord Ruthven disminuyeron rápidamente. Dos días más tarde, la muerte pareció ya inminente. Su comportamiento y su aspecto no había cambiado, pareciendo tan incosciente al dolor como a cuanto le rodeaba. Hacia el fin del tercer día, su mente pareció extraviarse, y su mirada se fijó insistentemente en Aubrey, el cual sintióse impulsado a ofrecerle más que nunca su ayuda.
—Sí, tú puedes salvarme... Puedes hacer aún mucho más... No me refiero a mi vida, pues temo tan poco a la muerte como al término del día. Pero puedes salvar mi honor. Sí, puedes salvar el honor de tu amigo.
—Decidme cómo —asintió Aubrey—, y lo haré.
—Es muy sencillo. Yo necesito muy poco... Mi vida necesita espacio... Oh, no puedo explicarlo todo... Mas si callas cuanto sabes de mí, mi honor se verá libre de las murmuraciones del mundo, y si mi muerte es por algún tiempo desconocida en Inglaterra... yo... yo... ah, viviré.
—Nadie lo sabrá.
—¡Júralo! —exigió el moribundo, incorporándose con gran violencia—. ¡Júralo por las almas de tus antepasados, por todos los temores de la naturaleza, jura que durante un año y un día no le contarás a nadie mis crímenes ni mi muerte, pase lo que pase, veas lo que veas!
Sus ojos parecían querer salir de sus órbitas.
—¡Lo juro! —exclamó Aubrey.
Lord Ruthven de dejó caer sobre la almohada, lanzando una carcajada, y expiró.
Aubrey retiróse a descansar, mas no durmió pues su cerebro daba vueltas y más vueltas sobre los detalles de su amistad con tan extraño ser, y sin saber por qué, cuando recordaba el juramento prestado sentíase invadido por un frío extraño, con el presentimiento de una desgracia inminente.
Levantóse muy temprano al día siguiente, e iba ya a entrar en la cabaña donde había dejado el cadáver, cuando uno de los ladrones le comunicó que ya no estaba allí, puesto que él y sus camaradas lo habían transportado a la cima de la montaña, según la promesa hecha al difunto de que lo dejarían expuesto al primer rayo de luna después de su muerte.
Aubrey quedóse atónito ante aquella noticia. Junto con varios individuos, decidió ir adonde habían dejado a Lord Ruthven, para enterrarlo debidamente. Pero una vez en la cumbre de la montaña, no halló ni rastro del cadáver ni de sus ropas, aunque los ladrones juraron que era aquel el lugar en que dejaron al muerto.
Durante algún tiempo su mente perdióse en conjeturas, hasta que decidió descender de nuevo, convencido de que los ladrones habían enterrado el cadáver tras despojarlo de sus vestiduras.
Harto de un país en el que sólo había padecido tremendos horrores, y en el que todo conspiraba para fortalecer aquella superstición melancólica que se había adueñado de su mente, resolvió abandonarlo, no tardando en llegar a Esmirna.
Mientras esperaba un barco que le condujera a Otranto o a Nápoles, estuvo ocupado en disponer los efectos que tenía consigo y que habían pertenecido a Lord Ruthven. Entre otras cosas halló un estuche que contenía varias armas, más o menos adecuada para asegurar la muerte de una víctima. Dentro se hallaban varias dagas y yataganes.
Mientras los examinaba, asombrado ante sus curiosas formas, grande fue su sorpresa al encontrar una vaina ornamentada en el mismo estilo que la daga hallada en la choza fatal. Aubrey se estremeció, y deseando obtener nuevas pruebas, buscó la daga. Su horror llegó a su culminación cuando verificó que la hoja se adaptaba a la vaina, pese a su peculiar forma.
No necesitaba ya más pruebas, aunque sus ojos parecían como pegados a la daga, pese a lo cuál todavía se resistía a creerlo. Sin embargo, aquella forma especial, los mismos esplendorosos adornos del mango y la vaina, no dejaban el menor resquicio a la duda. Además, ambos objetos mostraban gotas de sangre.
Partió de Esmirna y, ya en Roma, sus primeras investigaciones se refirieron a la joven que él había intentado arrancar a las artes seductoras de Lord Ruthven. Sus padres se hallaban desconsolados, totalmente arruinados, y a la joven no se la había vuelto a ver desde la salida de la capital de Lord Ruthven.
El cerebro de Aubrey estuvo a punto de desquiciarse ante tal cúmulo de horrores, temiendo que la joven también hubiese sido víctima del mismo asesino de Ianthe. Aubrey tornóse más callado y retraído y su sola ocupación consistió ya en apresurar a sus postillones, como si tuviese necesidad de salvar a un ser muy querido.
Llegó a Calais, y una brisa que parecía obediente a sus deseos no tardó en dejarle en las costas de Inglaterra. Corrió a la mansión de sus padres y allí, por un momento, pareció perder, gracias a los besos y abrazos de su hermana, todo recuerdo del pasado. Si antes, con sus infantiles caricias, ya había conquistado el afecto de su hermano, ahora que empezaba a ser mujer todavía la quería más.
La señorita Aubrey no poseía la alada gracia que atrae las miradas y el aplauso de las reuniones y fiestas. No había en ella el ingenio ligero que sólo existe en los salones. Sus ojos azules jamás se iluminaban con ironías o sarcasmos. En toda su persona había como un halo de encanto melancólico que no se debía a ninguna desdicha sino a un sentimiento interior, que parecía indicar un alma consciente de un reino más brillante.
No tenía el paso leve, que atrae como el vuelo grácil de la mariposa, como un color grato a la vista. Su paso era sosegado y pensativo. Cuando estaba sola, su semblante jamás se alegraba con una sonrisa de júbilo. Pero al sentir el afecto de su hermano, y olvidar en su presencia los pesares que le impedían el descanso, ¿quién no habría cambiado una sonrisa por tanta dicha?
Era como si los ojos de la joven, su rostro entero, jugasen a la luz de su esfera propia. Sin embargo, la muchacha sólo contaba dieciocho años, por lo que no había sido presentada en sociedad, habiendo juzgado sus tutores que debían demorarse tal acto hasta que su hermano regresara del continente, momento en que se constituiría en su protector.
Por tanto, resolvieron que darían una fiesta con el fin de que ella apareciese "en escena". Aubrey habría preferido estar apartado de todo bullicio, alimentándose con la melancolía que le abrumaba. No experimentaba el menor interés por las frivolidades de personas desconocidas, aunque se mostró dispuesto a sacrificar su comodidad para proteger a su hermana.
De esta manera, no tardaron en llegar a su casa de la capital, a fin de disponerlo todo para el día siguiente, elegido para la fiesta.
La multitud era excesiva. Una fiesta no vista en mucho tiempo, donde todo el mundo estaba ansioso de dejarse ver.
Aubrey apareció con su hermana. Luego, estando solo en un rincón, mirando a su alrededor con muy poco interés, pensando abstraídamente que la primera vez que había visto a Lord Ruthven había sido en aquel mismo salón había sido en aquel mismo salón, sintióse de pronto cogido por el brazo, al tiempo que en sus oídos resonaba una voz que recordaba demasiado bien.
—Acuérdate del juramento